A primera hora de la mañana, cuando los barcos aún duermen, Angela se zambulle con máscara y bolsa de red en las calas de Mallorca: una contribución pequeña pero eficaz contra el plástico en el mar.
Una persona, una máscara de buceo y una bolsa de red: así comienza una pequeña limpieza
Cuando el sol ya acaricia la costa este a media mañana y los motores de los barcos turísticos apenas comienzan a oírse a lo lejos, Angela se calza las aletas. No usa botella, sino el aire de sus pulmones, y avanza junto a arrecifes someros y hacia las estrechas calas que muchos buscan para hacer esnórquel en los días cálidos. Con unos pocos minutos suele ser suficiente: la bolsa de red ya está bien llena.
Por qué lo hace
La mujer de 50 años, procedente de las cercanías de Stuttgart, lleva más de tres décadas viniendo a Mallorca. Para ella la isla es algo más que unas vacaciones: un lugar donde ordenar las ideas y donde el oleaje barre viejas cargas. «Aquí pienso con más claridad», dice entre dos respiraciones, mientras se oyen gritos de gaviotas y el leve tintinear de las amarras en el puerto de fondo. Si puede devolver algo, lo hace: con aletas y guantes.
Instructora de apnea, objetivos preferidos: pequeñas calas en la costa este, aguas claras, arrecifes someros y muchos peces. Entre praderas de posidonia y piedras encuentra lonas de plástico, latas de bebidas, botellas de vidrio y multitud de pequeños fragmentos de plástico que al hacer esnórquel pasan desapercibidos. Todo acaba en su bolsa de basura, que luego desecha correctamente en tierra tras cada inmersión.
El problema es mayor que una sola persona
Se estima que cada año grandes cantidades de plástico llegan al Mediterráneo, desde residuos visibles hasta partículas de microplástico. El mar entre las costas no es un campo de eliminación infinito; muchos restos quedan en calas y playas. Autoridades y voluntarios han recogido en los últimos meses y años toneladas de desechos del mar de las Baleares. Aun así, las playas y los fondos marinos siguen siendo vulnerables, sobre todo las calas pequeñas y protegidas, donde el plástico tiende a acumularse.
«Incluso es divertido» — y es sencillo
Para Angela recoger basura no es una carga. Lo compara con buscar anillos en la piscina cuando era niña. El equipo es sencillo: máscara, aletas, guantes y una bolsa de red. «Quien sabe hacer esnórquel también puede recoger basura», dice riendo. A veces dos minutos de inmersión bastan para llenar una bolsa.
Su llamado es pragmático: no esperes a que lo hagan otros. En la próxima salida a la playa lleva unas pinzas o una bolsa, recoge unos plásticos en la arena, deposita los residuos en los contenedores habilitados en los puertos y accesos a las playas. Los gestos pequeños se suman; al final del día el mar puede estar un poco más limpio.
Un llamamiento a locales y visitantes
Angela se conecta con personas afines: grupos locales y vecinos organizan pequeñas limpiezas; algunos coordinan por mensajería, otros se encuentran simplemente por la mañana en el puerto. Quien quiera participar no necesita ser profesional: una breve inmersión, un cubo en la playa, un par de guantes. Por la mañana el mar está tranquilo: el agua brilla, los pescadores colocan sus redes y apenas se nota la brisa. Un poco de atención y Mallorca seguirá siendo un lugar que encontraremos limpio con gusto.
Al final no se trata de una gran hazaña heroica, sino de una actitud: la isla es para muchos un lugar de energía. Devolver un poco no cuesta mucho tiempo, pero da una buena sensación — y calas limpias para la próxima generación.
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